Apenas puse un pie en la vereda, una brisa helada me despeinó. Ah, ¡Qué encantadora forma de recibirme! Un clima perfecto reinaba esta noche. Tal vez unos 5 o 6 grados de temperatura, tal vez menos. No pude evitar sonreír al sentir el frío sobre mi piel. Aquella noche me sentía extrañamente de buen humor, o algo bastante parecido al menos.
Con un movimiento rápido, me acomodé el pelo para que no me tape los ojos y levanté la vista al cielo. Una noche magnífica. Miles de estrellas parecían brillar más que nunca y estar maravilladas por la belleza que la luna portaba esta noche. Una podría quedarse mirando un cielo así hasta el amanecer mientras permaneciera de esa manera.
Si… Era una noche magnífica, que apenas puedo apreciar. La cantidad de edificios, las luces que te apabullaban desde el primer momento y los miles de ruidos provenientes de todas direcciones se aliaron para restarle belleza y misterio a aquella noche.
Ah, si, y la bruma espesa… Infaltable. Si esta ciudad ya era fría, esta bruma eterna la hacía ver aún más helada y tétrica. Y también, mucho mas solitaria. Puede llegar a ser una vista deprimente, pero me acostumbré a ella y las emociones que pueden causar ya las tengo incorporadas, así que mi vida solo sigue su curso.
Aún no se como llegué a aquí y como logre acostumbrarme a todo eso, pero es la vida que me tocó y así debe seguir. Admito que también podía ser deprimente el hecho de ser casi invisible. No tengo recuerdos de haber hablado con alguien alguna vez. Veo a todos caminar sin siquiera darse vuelta a verme, veo a todos hablar y nunca una palabra dirigida a mi. Si, un poco deprimente pero me acostumbré.
Comencé a caminar con un paso sereno, disfrutando el momento, disfrutando la escena. La escena del cielo, claro está, porque ver a todos esos humanos me causaba cierto asco. No estoy segura de por qué. Tal vez sea el hecho de que no me gusta ser tan diferente a pesar de que me haya visto obligada a adaptarme. Tal vez sea pura envidia. Tal vez sea el aspecto tan distinto a ellos que porto.
Piel extremadamente pálida, cabellos exageradamente largos y rubios y un vestido muy antiguo que no quise quitarme desde aquel horrible incidente en mi casa. El incendio, el último día (y tal vez el único) que vi a mi hermana. No puedo evitar sugerir que fue el único día que la vi, porque era el único recuerdo que permanecía en mi mente. El antes y el después, no lo sé. Pero al menos vestir este mismo atuendo me hace sentir que pertenezco a algo.
Se que me veo muy distinta y es por eso que todavía me sorprende que nunca volteen a verme. Será que simplemente no debo ser lo suficientemente interesante a primera vista, y no los culpo, estoy segura que no lo soy.
Seguí caminando, aún no había indicios de algún cambio. Era el mismo paisaje a diario. Nada cambia, solo gente yendo de un lado para el otro. Debería haberme cansado ya de hacer ese recorrido con el mismo aburrido paisaje y volver sobre mis pasos, pero esa noche tenía el presentimiento de que algo iba a pasar. Algo tendría que estar buscando, lo que sea, pero algo tenía que aparecer y cambiar todo de una vez por todas.
Cada vez caminaba mas lento, ya por inercia y por aburrimiento, no había nada. Sólo una tonta como yo puede seguir un presentimiento. ¿Que habré estado pensando para creer que algo realmente iba a cambiar todo?
Fue entonces cuando lo vi. Era un joven muy apuesto pero era el aire de misterio que giraba a su alrededor el que lo hacía ver aún mejor. Estaba sentado en el pasto con la espalda apoyada sobre el tronco de un árbol de un parque enorme. No estaba haciendo nada, sólo miraba al cielo. ¿Será que por fin encontré a alguien con la misma fascinación que yo al mirar a las estrellas y la luna?
Él estaba maravillado con la vista esta noche, brillaban en sus ojos los destellos del cielo. Quise intentar mirarlo con él pero la bruma seguía ahí, haciendo su trabajo, restándole belleza a la vista que quería contemplar. No comprendía como en sus ojos podían brillar los destellos si había tanta bruma interponiéndose.
Su presencia me dejó maravillada. Era algo que mis ojos nunca habían visto antes. Esa imagen totalmente hipnotizante no parecía de este mundo. Inevitablemente, me dirigí hacia él, como si hubiera sido magnetismo puro y gracias a esta atracción, estaba dando paso tras paso acercándome a él. El camino, de todas maneras, se hizo eterno.
Escuchaba mis pasos hacer eco en el vacío del parque pero él parecía no percatarse de que me estaba acercando. Él seguía suspirando viendo brillar a la luna.
Por fin, llegué a su lado. Estando tan cerca de él pude sentir su aroma, el más delicioso que pude percibir alguna vez, y también de cerca, se veía aun más hermoso que cuando lo divisé hacía unos minutos. Definitivamente, todo eso me iba a cambiar por el resto de mi existencia. Estaba segura, lo sentía. Así que sólo me deje embriagar por la felicidad que aquel momento me traía, me hacia olvidar de mi soledad, de mi tristeza de siempre, de la espantosa bruma que estaba por todas partes. Esa horrible masa blancuzca y gris nunca desaparecía pero esa noche no me importaba que estuviera. Estar a su lado me hacía olvidar de todo, de absolutamente todo.
No estaba segura de qué hacer. Sentía una terrible necesidad de hablarle, de estar mucho más cerca de él, de acariciar sus cabellos… Era imposible contener todas las emociones que sentía. Sin pensarlo, las palabras salieron de mi boca.
Sólo lo salude y le sonreí pero él siguió indiferente. ¿Qué? ¿Él también iba a actuar como todos los demás haciendo de cuenta que no existo? Esto no puede ser.
Volví a llamarlo, esta vez con un volumen más alto en mi voz. Nada. Silencio absoluto. Comencé a sentirme un tanto alterada y con desesperación tomando el control sobre mi voz, intenté llamarlo de nuevo. Nada. Seguía ahí sentado con la espalda sobre el tronco del árbol mirando al cielo y sonriendo de vez en cuando. Se acurrucó y siguió hipnotizado con la imponente noche.
Sentí muchas ganas de llorar, aquello era lo más decepcionante que podía pasarme. Esperé a que las lágrimas humedecieran mis mejillas pero no lo hicieron. De todas formas, como un acto reflejo, pasé mis dedos sobre ellas limpiando las inexistentes lágrimas y a la vez, me preparé para dar el siguiente paso. Él tenía que mirarme como los demás no lo hacían. Ser invisible para el resto del mundo no me importa, pero para él, no podía serlo.
Entonces con la punta de mi dedo índice acaricié su mejilla dibujando unos cuantos rulos para después terminar acariciando su pelo. Su rostro era sereno mientras yo disfrutaba este momento, incluso suspiró. Unos segundos después, la calma en su rostro se desvaneció y con una mirada espantada, miró hacia mi dirección. Ninguno de los dos parecía entender la situación.
- ¿quién… o qué… - preguntó aún con un gesto de estupefacción. Lo quedé mirando a los ojos como esperando una explicación, al igual que él, sólo que parecía que él miraba al vacío y no a mi. Quise decirle algo como “um, seria bueno que al menos creyeras que tengo un poco mas de valor que el de un poco de aire al cual hablarle” pero no tenía sentido pensar cosas como esas, ¿para qué malgastar mi tiempo hablando si ni siquiera me escuchaba?
Volví a estirar mi mano y a tocar su pelo. Retrocedió. Esta vez sus ojos reflejaban un poco de miedo, pero no al punto de salir corriendo. Mi mente empezó a trabajar a mil por hora. Es que la situación era incomprensible. Ninguno tenía idea de que pasaba, pero por algún motivo, ninguno de los dos huía.
Hubo unos eternos segundos de silencio, hasta que sin razón alguna, se acercó a mí y sonrió. Aunque todavía parecía mirar hacia la nada, esta vez sus ojos buscaban los míos.
- Te estaba esperando – dijo, con una voz angelical, acompañándola con un gesto que irradiaba esperanza. Todo esto me tomó por sorpresa y no supe como reaccionar. Quedé petrificada mirándolo.
Él se acercó aún más a mí y estiró su mano. Y ahí quedo, con su mano estirada por unos cuantos segundos y yo aún sin poder reaccionar. Pronto, el brillo en sus ojos empezó a desaparecer pero aún no bajaba su mano, seguía esperándome.
Fue entonces cuando, por más estupefacción y por más miedo que tuviera, actué de todas maneras y acerqué mi mano hacia la suya. El cálido contacto fue muy placentero. Aunque para él, todo debió haberse sentido distinto. Se podía notar como palidecía su ya blanca piel después de nuestro contacto y como sus labios se tornaban morados. Sin embargo, él sonreía.
- Nunca pensé que fueras a llegar. Pero acá estas. Desde siempre te espero y ahora que llegaste, no quiero que nunca te vayas de mí.- dijo con una cálida voz.
Desde ese momento, la ola de calor que provenía de la palma de su mano, comenzó a enfriarse cada segundo más y su piel a palidecer cada vez más rápido.
De un momento a otro, él encontró mis ojos y pude ver su imagen mucho más nítida. La perfección de su rostro, que desde el primer momento parecía inmejorable, se volvió aún más perfecta y el contacto de nuestras manos cada vez se sentía más real.
Fue así que él empezó a verme, al mismo tiempo que comenzó a ver la espesa bruma que ahora nos rodeaba a ambos. En absoluta soledad, por el resto de la eternidad, sin que nadie más habite nuestro mundo. En silencio, viendo todo desde afuera sin pertenecer jamás. Pero con él, si. Y él conmigo, como esperamos desde siempre.
Sonreímos al vernos y podía ver mis brillantes ojos reflejarse en sus hermosos ojos. Por fin, lo que siempre esperamos llegó. Y lo único que quedaba por hacer era alejarnos del parque donde el joven yacía acostado en la hierba.
viernes, 20 de marzo de 2009
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