viernes, 10 de julio de 2009

Trance

Suspiré y me acomodé sobre la hierba. Estaba acostada boca arriba mirando las estrellas y las grises nubes que adornaban el cielo. Podía escuchar la melodía de las aguas del lago, a pocos pasos de mí, moviéndose lentamente a causa de la brisa que soplaba en el lugar y podía sentir el aroma a miel y rosas que me envolvía.
Simplemente me dejé embriagar por la encantadora atmósfera y volví a suspirar.
Esta vez, mis sentidos se habían agudizado y pude sentir una sutil respiración a mi lado y escuchar el hermoso sonido del latir de un corazón.
Giré mi cabeza hacia mi hombro izquierdo y pude verlo. Allí estaba él, acostado a mi lado, con una expresión serena en su rostro. Nos miramos a los ojos y nos congelamos.
La situación tal cual era, era perfecta. Me hubiera quedado toda la eternidad sólo mirándolo y escuchando su respiración y su corazón.
Después de un momento, él levantó su mano y acarició mi mejilla.
- Esta noche te ves más hermosa que nunca- dijo mientras seguía rozando sus dedos contra mi piel. El dulce tono de su voz me hizo sentir inmensamente feliz. Tan feliz como nunca había sido. Ese era el lugar donde quería estar. El lugar donde siempre quise estar y donde quería quedarme para siempre.
Cerré los ojos y sólo me disfruté el frío roce de sus dedos en mi piel y de su encantadora forma de enredar sus dedos entre mis cabellos y jugar con ellos. Con cada vez que él hacía contacto conmigo, las sensaciones que me invadían se volvían más y más intensas. Nunca creí posible estar aún mas enamorada de él, pero evidentemente, había estado equivocada.
- Siempre soñé con esto- dijimos los dos al mismo tiempo.
Sorprendida, abrí los ojos y lo miré demostrando lo poco que comprendía de esa situación. Con una mirada le pedí explicaciones. Eso casi nunca funcionaba porque él casi no me prestaba atención pero esta vez extrañamente funcionó. No me inmiscuí en el asunto, sólo me puse feliz por lo que acababa de pasar.
- Yo sé que no te lo demuestro… pero… realmente te quiero y siempre soñé con este momento perfecto para los dos- dijo con voz tímida, ruborizándose.
Quedé atónita. Todo aquello era tan hermoso. Tan… perfecto. ¿Para qué quería explicaciones? No importaba como había llegado a este punto de felicidad, lo importante era que allí estaba. Siendo feliz con la persona que siempre soñé.
- Te amo- le dije por lo bajo, y bajé la mirada.
Él tomó mi mentón y lo levantó para poder verme. Esbozaba una enorme sonrisa y sus ojos brillaban.
- Yo también te amo. Quedémonos aquí para siempre. Quiero estar contigo viviendo aquí para siempre- me dijo, y luego me besó. El sabor de sus labios era delicioso, mucho más de lo que alguna vez había imaginado. – Te amo- repitió y aferrándose a mí, cerró los ojos. Luego yo me aferré de su cintura y también cerré los míos.
Luego de unos instantes, sentí que me faltaba el aire y que la atmósfera era mucho más pesada. Como si me estuvieran aplastando contra el suelo.
Abrí los ojos. Ya no estaba en aquel paraíso, ahora sólo estaba tirada en el suelo de mi mugrienta habitación viendo el techo despintado sobre mí y escuchando el ruido de muchos autos movilizándose y de bocinas de conductores irritados.
Giré mi cabeza hacia mi hombro izquierdo y pude verlo. Allí estaba él, acostado a mi lado, con una mueca en su rostro. Nos miramos a los ojos y él solo se limitó a parpadear.
-Que poco duró el efecto.-dijo decepcionado- Ya no siento nada.
Se levantó del piso, se sacudió un poco la ropa y se fue. Y mientras, yo esperé, acostada en el mismo lugar, a que el efecto de los químicos en mi cuerpo se desvaneciera por completo.

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