miércoles, 16 de diciembre de 2009
Sonrisas
Caminar a tu lado ya era un fastidio. Te seguía mirando, sonriente, como si tus palabras fueran agradables, como si nunca hubieran hecho esa espantosa metamorfosis: de ser bellos y encantadores cantos a ser un insoportable ruido. De hecho, si no le hubiera asignado esa condición de ruido, todavía seria ese hilo interminable de mentiras y frases perfectamente acomodadas. Era bastante repulsivo tenerte al lado sabiendo que me mentías sin parar. Un asco, no existe mejor descripción. Y pensar que yo confiaba en vos… ¡Y pensar que te quería! Una vez más me estás traicionando, una vez más me estoy dando cuenta, y una vez más, con solo sonreírte, crees que te creo. Qué equivocado estás. Más pasos hacia ningún lugar y luego, sentarnos, que típico. Interesante tu monologo, interesantísimo como le gritaste a esa chica, increíble como la mandaste a quien sabe donde. Si, por supuesto, claro que te creo, hoy mismo me enteré de que te estuviste revolcando con ella. Si, puff, muy lejos la habrás mandado. Tan lejos que viene ahora, con un guión preparado, sobreactuando cada movimiento y cada palabra que decía. ¡Mas sonrisas para ella que total hoy no cuestan nada! Discusiones fingidas. Qué aburridos. ¿Qué mal me puede hacer actuar un poco mas fingiendo sorpresa, incomodidad, tristeza y quién sabe cuántas más emociones podré manejar haciéndoles creer que me creo lo que ellos están haciendo enfrente mío? Increíble presentación. Aplausos, por favor. Los tres mentirosos presentes han cumplido su cometido. Se aleja de forma presurosa dejando correr algunas lágrimas. Qué falsa. Volviéndose a mi, él me sonríe. Me acaricia una mejilla y está por besarme, ¡pero no! ¡Claro que no! ¿Qué te hace pensar que te volvería a besar? Por favor, ninguna clase de respeto me tendría. No sé quién te pensás que sos para venir a lanzarte de esa manera como si tuvieras alguna clase de poder sobre mí. ¿Sorpresa? Como digas. ¿Enojo? Qué raro. Una escena más de la que ella ya se hartó. Mientras se prepara para irse, se acomoda la ropa, se levanta de su asiento y corre al espejo. Me mira, me sonríe e ignorando mi desaprobación, corre a verlo. Ama estar entre sus brazos. Aunque no sea la única a quien abraza de esa manera, ni la única a quien besa con esa pasión, ella prefiere creerle. Prefiere salir corriendo entre sus nubes de algodón a sentirse por un momento única. Por supuesto, esa mujer era alguna cualquiera, que suerte que las cosas por fin estén en su lugar.
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