miércoles, 16 de diciembre de 2009

Sonrisas

Caminar a tu lado ya era un fastidio. Te seguía mirando, sonriente, como si tus palabras fueran agradables, como si nunca hubieran hecho esa espantosa metamorfosis: de ser bellos y encantadores cantos a ser un insoportable ruido. De hecho, si no le hubiera asignado esa condición de ruido, todavía seria ese hilo interminable de mentiras y frases perfectamente acomodadas. Era bastante repulsivo tenerte al lado sabiendo que me mentías sin parar. Un asco, no existe mejor descripción. Y pensar que yo confiaba en vos… ¡Y pensar que te quería! Una vez más me estás traicionando, una vez más me estoy dando cuenta, y una vez más, con solo sonreírte, crees que te creo. Qué equivocado estás. Más pasos hacia ningún lugar y luego, sentarnos, que típico. Interesante tu monologo, interesantísimo como le gritaste a esa chica, increíble como la mandaste a quien sabe donde. Si, por supuesto, claro que te creo, hoy mismo me enteré de que te estuviste revolcando con ella. Si, puff, muy lejos la habrás mandado. Tan lejos que viene ahora, con un guión preparado, sobreactuando cada movimiento y cada palabra que decía. ¡Mas sonrisas para ella que total hoy no cuestan nada! Discusiones fingidas. Qué aburridos. ¿Qué mal me puede hacer actuar un poco mas fingiendo sorpresa, incomodidad, tristeza y quién sabe cuántas más emociones podré manejar haciéndoles creer que me creo lo que ellos están haciendo enfrente mío? Increíble presentación. Aplausos, por favor. Los tres mentirosos presentes han cumplido su cometido. Se aleja de forma presurosa dejando correr algunas lágrimas. Qué falsa. Volviéndose a mi, él me sonríe. Me acaricia una mejilla y está por besarme, ¡pero no! ¡Claro que no! ¿Qué te hace pensar que te volvería a besar? Por favor, ninguna clase de respeto me tendría. No sé quién te pensás que sos para venir a lanzarte de esa manera como si tuvieras alguna clase de poder sobre mí. ¿Sorpresa? Como digas. ¿Enojo? Qué raro. Una escena más de la que ella ya se hartó. Mientras se prepara para irse, se acomoda la ropa, se levanta de su asiento y corre al espejo. Me mira, me sonríe e ignorando mi desaprobación, corre a verlo. Ama estar entre sus brazos. Aunque no sea la única a quien abraza de esa manera, ni la única a quien besa con esa pasión, ella prefiere creerle. Prefiere salir corriendo entre sus nubes de algodón a sentirse por un momento única. Por supuesto, esa mujer era alguna cualquiera, que suerte que las cosas por fin estén en su lugar.

domingo, 18 de octubre de 2009

Hipócritas

-¡Tanto tiempo sin verte!
Cada día estás peor, suerte que nunca logro soñar contigo de nuevo.
-¡Lo sé! ¡Déjame abrazarte, por favor!
Es simplemente un gesto, los abrazos no me repugnan tanto ya, aunque contigo, el asco está presente.
-¡Por supuesto, querida! ¡Extrañé tanto estar contigo!
Si hay algo que no extrañé es precisamente esto.
-¿Cómo estás, tanto tiempo? ¿Qué fue de tu vida?
Como si me importara, bien podrías haber muerto y no me importaría.
-¡Todo va de maravilla! Mi trabajo, mi esposa, mis hijos, ¡todo!
Supongo que ya te habrás dado cuenta que desde que te fuiste, todo ha ido para bien, ¿verdad?
-¡Me alegra tanto oír eso!
Más me alegraría saber que estás pagando por todo lo que me hiciste. Ay, cuándo te hará pagar el destino.
-¿Y a ti, cómo te esta yendo?
Ja, seguro tu vida es asquerosamente patética como de costumbre.
-¡De maravilla también! Me compré una nueva casa hace un mes y mi esposo y yo recién hemos vuelto de nuestra luna de miel.
¿Ves que puedo existir sin ti? De hecho, el éxito en mi vida llega a existir sólo en tu ausencia.
-Me alegro tanto, ¡de veras!
No te creo, ¿cómo puedes ser feliz después de haberte casado con ese imbécil?
-¡Extrañaba tanto verte!
Estúpida, estúpida, estúpida, ¿cómo voy a decir eso? ¿Qué hago ahora si se lo toma tan en serio como yo lo dije?
-Si, también yo.
Estúpido juego en el que me estoy metiendo…
-Sabes… nadie podría tomar tu lugar.
¡Muy bien! Ahora ya arruinaste todo.
-¿Lo dices en serio?
Cree que puede tomarme por idiota, ver si caigo en sus tontas trampas.
-Por supuesto.
Estoy perdida, ¿qué se supone que estoy haciendo?
-¿Puedo…? ¿Podría…?
¿Cómo voy a hacer esto? No quiero volver a quedar atrapado en ella. Ella sigue siendo tal cual la recuerdo. Tan increíblemente cautivadora.
-¿Si puedes qué?
¿Por qué se acerca de esa manera a mi? No voy a caer en sus juegos de nuevo. Es una criatura tan detestable cuando se lo propone.
-Nada, olvídalo.
Terminemos con esto de una vez, no voy a ponerme en riesgo sólo para una prueba.
-Eres un idiota, tan estúpido como siempre. Nunca crecerás, ¿verdad?
Nunca crecerá pero aun así logre enamorarme de él y no poder olvidarlo.
-Y tú tan tonta como te recuerdo. ¿Quién te crees que eres para decirme inmaduro a mí? Siempre fuiste una chiquilina…
Una chiquilina encantadora, ¿cómo pude alejarme de ti?
-Vete al diablo. Sabía que era un error volver a verte. A ti y a tu estúpida e incorregible actitud.
Claro que fue un error, ahora no voy a poder dejar de pensar en ti.
-Tú vete al diablo, chiquilla tonta, nunca entiendes nada.
Y aun así te quiero. ¿Cómo puedes no darte cuenta de cuánto te quiero?
-¿Por qué no simplemente te mueres?
Sabes que no deseo eso. Sabes que quisiera que vivieras y además, que estuvieras conmigo. No puedo olvidarte. Nunca pude.
-¿Ves? Todavía queriendo ofenderme con idioteces. No tienes caso.
Ojalá nunca cambies, amo cuando haces esta clase de berrinches. Pero odio cuando después de ellos, te alejas de mí.
-Muérete, me marcho.
Otra vez caminando lejos de ti, alejándome del lugar donde quiero estar.
-Púdrete. Ojala nunca volviese a verte.
Sabes que te amo, ¿no es así? No sé por qué siempre nos comportamos como dos idiotas.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Luz

Era yo el único ser en ese puente. O al menos los restos de mi ser que por algún motivo permanecían de pie sobre las oscuras tablas de madera. La luna teñía con una tenue luz plateada el agua del río, como si ella también estuviera taciturna y me acompañara en mi tristeza. Ambas nos desvanecíamos poco a poco y proyectábamos la agonía hacia el mismo lugar.
Me detuve a verla. A pesar de sentir los ojos cansados y a la vez, tenerlos cubiertos con una gruesa capa de lágrimas, logró encantarme de todas maneras y hacerme sonreír. Su luz iluminaba mi piel y la tornaba aún más pálida de lo que ya era. Al sentirme bajo su poder hipnótico, el dolor que sentía en todo mi cuerpo desde hacía horas cesó y empecé a moverme al ritmo de la música que sonaba a mí alrededor. La música que producen las aguas del río en una noche tan oscura y ventosa era mi preferida.
Giraba, volaba, me inclinaba ante la imponencia del cielo nocturno y le agradecía por este momento de felicidad que en cualquier momento terminaría. No se por qué esa felicidad que te invade de la cabeza a los pies es siempre tan fugaz. Tan rápido como llega, se va, pero no por eso deja de ser maravilloso el momento en el que el dolor desaparece. Continué moviendo mi cuerpo y mi ligero vestido de seda blanca al compás del viento y la música de las aguas hasta que de un momento a otro, la etérea música fue interrumpida.
- Lo siento- dijo su voz.
Volvió el dolor. Las millones de puñaladas sobre todo mi cuerpo, la espantosa forma de retorcerse mis órganos como si quisieran encogerse hasta desaparecer, la falta total de aire en mis pulmones, acompañada por mi repentina falta de ganas de respirar. Una voraz ráfaga ardiente me recorrió desde el pecho hasta la garganta asfixiándome, sacándome la fuerza de cada uno de mis músculos y despojándome de mi capacidad de pensar. Me dejé caer en el negro abismo que de un momento a otro absorbió las estrellas, la luna, el puente y el río y que logró que sólo quedara yo en el vacío contemplando la oscuridad que me aturdía despiadadamente. Seguí mirando el desolado paisaje negro en silencio, acostumbrándome al sufrimiento pero a la vez, tratando de luchar contra él.
Esas cosas son instintivas. Seguía sin querer respirar pero mi cuerpo buscaba aire a toda costa. Y de cierta forma, estaba ganando la batalla, aunque yo no colaborara en absoluto. ¡Cuánto pueden diferir la voluntad de mi propio cuerpo y de mi propia alma!
Mi respiración poco a poco se normalizó y todas las cosas, con sus respectivos colores, volvieron a su lugar. El viento frío chocó contra mi cuerpo causándome escalofríos, que resultaron ser bastante agradables, más aún después de haberme sentido comida viva por llamas salidas del mismo infierno hacía instantes.
Me levanté del piso, me peiné rápidamente con los dedos y respiré hondo unas cuantas veces hasta sentirme mejor. Al menos ese terrible shock había logrado cortar mi incesante llanto de hacía horas. Creo que en realidad eso fue lo único bueno de aquella apabullante oscuridad con gusto a fuego y agonía.
Me aterraba volver a pensar en su voz. El shock había sido demasiado grande. Volver a escuchar sus últimas palabras antes de irse con ella, alguien que, como por arte de magia, apareció y como si lo hubiera hechizado, se quedó con el amor de mi vida. Y para peor tuvo el descaro de decirme que lo sentía… como si dos simples palabras pudieran arreglar el dolor de un corazón que acababa de estallar en miles de pedazos. Como si dos palabras pudieran tranquilizarme después de verlos irse juntos y presuntamente enamorados. No tenía sentido y no podía comprender cómo podía tener sentido para él o para cualquier otra persona. Simplemente no me entraba en la cabeza.
Me sequé las lágrimas y volví a pensar la situación lo más fríamente posible. Tratando de reemplazar las imágenes con puras palabras que describieran el escenario y los actores, y las palabras pronunciadas por él, visualizarlas como si sólo fueran líneas escritas en un papel. Era despojar a la escena de cualquier tipo de carga emotiva que pueda hacerme tomar malas decisiones o pensar cosas totalmente ilógicas. Aunque después caí en la cuenta que ilógico era querer pensar al amor de forma lógica.
Traté de recordar cada una de sus palabras y estas seguían sin cobrar ningún sentido. No lo sentía, no estaba pidiendo perdón sinceramente. Las palabras no sirven sin acciones que las apoyen y sirven menos aún cuando no sólo no las apoyan, sino que van totalmente en contra. ¿Acaso caminar alejándose de mí, tomados de la mano, sonrientes, era una forma de demostrar perdón?
Tal vez sólo quisiera irse con ella porque así lo dispuso el destino desde el principio. ¡Qué cruel puede ser el destino! Logró hacerme creer tan bien por tanto tiempo que por fin había llegado a mi lugar. Pero, claro, ahora que pareciera que él llegó al suyo, asumo que yo era la que estaba equivocada. Si el final de mi camino hubiera sido con él, su lugar no sería tan lejos del mío y no me hubiera destruido más y más con cada paso dirigiéndose hacia él.
Tal vez sólo soy yo que no comprendo al destino y que me encapricho en llegar a algún lugar que no estaba hecho para mí. Si tan solo no hubiera mantenido esa creencia por tanto tiempo…
Volvía a estar perdida, sola y con el corazón completamente deshecho, el cual, para aquel momento, ya se había vuelto una especie de masa amorfa que se seguía extinguiendo de a poco. Lentamente. Demostrándome como las esperanzas se consumían y, al mismo tiempo, mi vida. Todo por un estúpido giro del destino…
- ¿Entonces a dónde se supone que tengo que llegar?- pensé.
Otra vez la misma pregunta. Otra noche más sin tener una respuesta.
Me senté en el borde el puente mirando hacia el agua, como si quisiera sumergirme hasta lo más hondo con la mirada. Me tiré y floté mirando hacia el cielo.
La luna había recuperado su luz plateada de siempre aunque esta vez con mucha más luz, como si de una extrema tristeza hubiera pasado a llenarse de júbilo. A su vez, las estrellas también parecían brillar más, incluso parecían alineadas de otra manera, como si yo las hubiera acabado de acomodar. El viento arremolinó el agua entorno mío y la felicidad incontenible e invasiva volvió a recorrerme. Una lluvia plateada en una noche sin nubes empezó a caer y a rodearme.
Fue en ese momento en el cual comprendí todo. Todas las vueltas me habían llevado a ese lugar. A donde quería estar yo realmente. No sólo esta noche, sino para siempre. A donde estaba destinada a estar. A lo que estaba destinada a ser.
Me sumergí lo más profundo que pude y dejé que el agua me llenara. Mis pulmones parecían consumirse entre llamas nuevamente pero esta vez no sentía dolor. Volvieron la asfixia y las puñaladas por doquier mientras mi cuerpo convulsionaba violentamente y sin embargo, me sentía feliz. Por fin había encontrado mi lugar, a donde debía llegar, en el momento preciso en el cual debía llegar. Volviéndome incorpórea, siendo luz y niebla al mismo tiempo. Abandonando mi cuerpo y tomando mi verdadera forma.
¡Cómo pude alguna vez dudar del destino!

jueves, 27 de agosto de 2009

La febril noche de la princesa

Descansa, princesa, sobre la arena
Que el mar te acune y calme tu pena
Que el delirio se ausente un eterno momento
Y que puedas librarte de este tormento

Princesa, dulce princesa
Solías correr por la playa monocroma
Dejabas un camino plateado en la arena
Y perfumabas el aire con tu dulzón aroma.

Abre los ojos de una vez
Date cuenta a donde perteneces
Que los colores son sólo sueños
Y que las rosas aquí no crecen.

No son sólo sueños, yo los he visto
¡Y aunque no quieras aceptarlo, los sigo viendo!

Calma, querida princesa
Haremos que la fiebre sea llevada por el viento.

¿Es que no lo entiendes? Él está conmigo
Su aroma justo ahora me esta envolviendo
Sus ojos se han clavado en los míos
Sus brazos a mi alrededor estoy sintiendo.

Vamos, princesa, tú puedes hacerlo
Deja que los recuerdos queden en el pasado
Que no se puede vivir por siempre
En un sólo instante congelado.

¡No fue un instante, es mi presente!
¿Cómo es que no lo puedes ver?
Está haciéndome feliz como antes
Poniéndole colores a este anochecer.

El último delirio
Su última sonrisa
Y un segundo después
Lo raptó una brisa.

¿Qué ha pasado? ¿Dónde estás?
¿Me has abandonado una vez más?

Pero niña, él nunca ha vuelto
En tus sueños no vivas jamás.
Ven princesa, calma ya
Deja tus recuerdos de una vez en paz.

Sus ojos se llenaron de lágrimas
Al enfrentarse a la realidad.
Dándose cuenta que en verdad
Hace mucho, se marchó su felicidad.

No lo soportó
Su corazón se quebró
Tirada en la arena
La princesa quedó.

En su mundo monocromático,
Sus imaginarios amigos lloran.
¡La vuelta de su princesa
A su grisácea playa imploran!

viernes, 10 de julio de 2009

Trance

Suspiré y me acomodé sobre la hierba. Estaba acostada boca arriba mirando las estrellas y las grises nubes que adornaban el cielo. Podía escuchar la melodía de las aguas del lago, a pocos pasos de mí, moviéndose lentamente a causa de la brisa que soplaba en el lugar y podía sentir el aroma a miel y rosas que me envolvía.
Simplemente me dejé embriagar por la encantadora atmósfera y volví a suspirar.
Esta vez, mis sentidos se habían agudizado y pude sentir una sutil respiración a mi lado y escuchar el hermoso sonido del latir de un corazón.
Giré mi cabeza hacia mi hombro izquierdo y pude verlo. Allí estaba él, acostado a mi lado, con una expresión serena en su rostro. Nos miramos a los ojos y nos congelamos.
La situación tal cual era, era perfecta. Me hubiera quedado toda la eternidad sólo mirándolo y escuchando su respiración y su corazón.
Después de un momento, él levantó su mano y acarició mi mejilla.
- Esta noche te ves más hermosa que nunca- dijo mientras seguía rozando sus dedos contra mi piel. El dulce tono de su voz me hizo sentir inmensamente feliz. Tan feliz como nunca había sido. Ese era el lugar donde quería estar. El lugar donde siempre quise estar y donde quería quedarme para siempre.
Cerré los ojos y sólo me disfruté el frío roce de sus dedos en mi piel y de su encantadora forma de enredar sus dedos entre mis cabellos y jugar con ellos. Con cada vez que él hacía contacto conmigo, las sensaciones que me invadían se volvían más y más intensas. Nunca creí posible estar aún mas enamorada de él, pero evidentemente, había estado equivocada.
- Siempre soñé con esto- dijimos los dos al mismo tiempo.
Sorprendida, abrí los ojos y lo miré demostrando lo poco que comprendía de esa situación. Con una mirada le pedí explicaciones. Eso casi nunca funcionaba porque él casi no me prestaba atención pero esta vez extrañamente funcionó. No me inmiscuí en el asunto, sólo me puse feliz por lo que acababa de pasar.
- Yo sé que no te lo demuestro… pero… realmente te quiero y siempre soñé con este momento perfecto para los dos- dijo con voz tímida, ruborizándose.
Quedé atónita. Todo aquello era tan hermoso. Tan… perfecto. ¿Para qué quería explicaciones? No importaba como había llegado a este punto de felicidad, lo importante era que allí estaba. Siendo feliz con la persona que siempre soñé.
- Te amo- le dije por lo bajo, y bajé la mirada.
Él tomó mi mentón y lo levantó para poder verme. Esbozaba una enorme sonrisa y sus ojos brillaban.
- Yo también te amo. Quedémonos aquí para siempre. Quiero estar contigo viviendo aquí para siempre- me dijo, y luego me besó. El sabor de sus labios era delicioso, mucho más de lo que alguna vez había imaginado. – Te amo- repitió y aferrándose a mí, cerró los ojos. Luego yo me aferré de su cintura y también cerré los míos.
Luego de unos instantes, sentí que me faltaba el aire y que la atmósfera era mucho más pesada. Como si me estuvieran aplastando contra el suelo.
Abrí los ojos. Ya no estaba en aquel paraíso, ahora sólo estaba tirada en el suelo de mi mugrienta habitación viendo el techo despintado sobre mí y escuchando el ruido de muchos autos movilizándose y de bocinas de conductores irritados.
Giré mi cabeza hacia mi hombro izquierdo y pude verlo. Allí estaba él, acostado a mi lado, con una mueca en su rostro. Nos miramos a los ojos y él solo se limitó a parpadear.
-Que poco duró el efecto.-dijo decepcionado- Ya no siento nada.
Se levantó del piso, se sacudió un poco la ropa y se fue. Y mientras, yo esperé, acostada en el mismo lugar, a que el efecto de los químicos en mi cuerpo se desvaneciera por completo.

viernes, 20 de marzo de 2009

Bruma

Apenas puse un pie en la vereda, una brisa helada me despeinó. Ah, ¡Qué encantadora forma de recibirme! Un clima perfecto reinaba esta noche. Tal vez unos 5 o 6 grados de temperatura, tal vez menos. No pude evitar sonreír al sentir el frío sobre mi piel. Aquella noche me sentía extrañamente de buen humor, o algo bastante parecido al menos.
Con un movimiento rápido, me acomodé el pelo para que no me tape los ojos y levanté la vista al cielo. Una noche magnífica. Miles de estrellas parecían brillar más que nunca y estar maravilladas por la belleza que la luna portaba esta noche. Una podría quedarse mirando un cielo así hasta el amanecer mientras permaneciera de esa manera.
Si… Era una noche magnífica, que apenas puedo apreciar. La cantidad de edificios, las luces que te apabullaban desde el primer momento y los miles de ruidos provenientes de todas direcciones se aliaron para restarle belleza y misterio a aquella noche.
Ah, si, y la bruma espesa… Infaltable. Si esta ciudad ya era fría, esta bruma eterna la hacía ver aún más helada y tétrica. Y también, mucho mas solitaria. Puede llegar a ser una vista deprimente, pero me acostumbré a ella y las emociones que pueden causar ya las tengo incorporadas, así que mi vida solo sigue su curso.
Aún no se como llegué a aquí y como logre acostumbrarme a todo eso, pero es la vida que me tocó y así debe seguir. Admito que también podía ser deprimente el hecho de ser casi invisible. No tengo recuerdos de haber hablado con alguien alguna vez. Veo a todos caminar sin siquiera darse vuelta a verme, veo a todos hablar y nunca una palabra dirigida a mi. Si, un poco deprimente pero me acostumbré.
Comencé a caminar con un paso sereno, disfrutando el momento, disfrutando la escena. La escena del cielo, claro está, porque ver a todos esos humanos me causaba cierto asco. No estoy segura de por qué. Tal vez sea el hecho de que no me gusta ser tan diferente a pesar de que me haya visto obligada a adaptarme. Tal vez sea pura envidia. Tal vez sea el aspecto tan distinto a ellos que porto.
Piel extremadamente pálida, cabellos exageradamente largos y rubios y un vestido muy antiguo que no quise quitarme desde aquel horrible incidente en mi casa. El incendio, el último día (y tal vez el único) que vi a mi hermana. No puedo evitar sugerir que fue el único día que la vi, porque era el único recuerdo que permanecía en mi mente. El antes y el después, no lo sé. Pero al menos vestir este mismo atuendo me hace sentir que pertenezco a algo.
Se que me veo muy distinta y es por eso que todavía me sorprende que nunca volteen a verme. Será que simplemente no debo ser lo suficientemente interesante a primera vista, y no los culpo, estoy segura que no lo soy.
Seguí caminando, aún no había indicios de algún cambio. Era el mismo paisaje a diario. Nada cambia, solo gente yendo de un lado para el otro. Debería haberme cansado ya de hacer ese recorrido con el mismo aburrido paisaje y volver sobre mis pasos, pero esa noche tenía el presentimiento de que algo iba a pasar. Algo tendría que estar buscando, lo que sea, pero algo tenía que aparecer y cambiar todo de una vez por todas.
Cada vez caminaba mas lento, ya por inercia y por aburrimiento, no había nada. Sólo una tonta como yo puede seguir un presentimiento. ¿Que habré estado pensando para creer que algo realmente iba a cambiar todo?
Fue entonces cuando lo vi. Era un joven muy apuesto pero era el aire de misterio que giraba a su alrededor el que lo hacía ver aún mejor. Estaba sentado en el pasto con la espalda apoyada sobre el tronco de un árbol de un parque enorme. No estaba haciendo nada, sólo miraba al cielo. ¿Será que por fin encontré a alguien con la misma fascinación que yo al mirar a las estrellas y la luna?
Él estaba maravillado con la vista esta noche, brillaban en sus ojos los destellos del cielo. Quise intentar mirarlo con él pero la bruma seguía ahí, haciendo su trabajo, restándole belleza a la vista que quería contemplar. No comprendía como en sus ojos podían brillar los destellos si había tanta bruma interponiéndose.
Su presencia me dejó maravillada. Era algo que mis ojos nunca habían visto antes. Esa imagen totalmente hipnotizante no parecía de este mundo. Inevitablemente, me dirigí hacia él, como si hubiera sido magnetismo puro y gracias a esta atracción, estaba dando paso tras paso acercándome a él. El camino, de todas maneras, se hizo eterno.
Escuchaba mis pasos hacer eco en el vacío del parque pero él parecía no percatarse de que me estaba acercando. Él seguía suspirando viendo brillar a la luna.
Por fin, llegué a su lado. Estando tan cerca de él pude sentir su aroma, el más delicioso que pude percibir alguna vez, y también de cerca, se veía aun más hermoso que cuando lo divisé hacía unos minutos. Definitivamente, todo eso me iba a cambiar por el resto de mi existencia. Estaba segura, lo sentía. Así que sólo me deje embriagar por la felicidad que aquel momento me traía, me hacia olvidar de mi soledad, de mi tristeza de siempre, de la espantosa bruma que estaba por todas partes. Esa horrible masa blancuzca y gris nunca desaparecía pero esa noche no me importaba que estuviera. Estar a su lado me hacía olvidar de todo, de absolutamente todo.
No estaba segura de qué hacer. Sentía una terrible necesidad de hablarle, de estar mucho más cerca de él, de acariciar sus cabellos… Era imposible contener todas las emociones que sentía. Sin pensarlo, las palabras salieron de mi boca.
Sólo lo salude y le sonreí pero él siguió indiferente. ¿Qué? ¿Él también iba a actuar como todos los demás haciendo de cuenta que no existo? Esto no puede ser.
Volví a llamarlo, esta vez con un volumen más alto en mi voz. Nada. Silencio absoluto. Comencé a sentirme un tanto alterada y con desesperación tomando el control sobre mi voz, intenté llamarlo de nuevo. Nada. Seguía ahí sentado con la espalda sobre el tronco del árbol mirando al cielo y sonriendo de vez en cuando. Se acurrucó y siguió hipnotizado con la imponente noche.
Sentí muchas ganas de llorar, aquello era lo más decepcionante que podía pasarme. Esperé a que las lágrimas humedecieran mis mejillas pero no lo hicieron. De todas formas, como un acto reflejo, pasé mis dedos sobre ellas limpiando las inexistentes lágrimas y a la vez, me preparé para dar el siguiente paso. Él tenía que mirarme como los demás no lo hacían. Ser invisible para el resto del mundo no me importa, pero para él, no podía serlo.
Entonces con la punta de mi dedo índice acaricié su mejilla dibujando unos cuantos rulos para después terminar acariciando su pelo. Su rostro era sereno mientras yo disfrutaba este momento, incluso suspiró. Unos segundos después, la calma en su rostro se desvaneció y con una mirada espantada, miró hacia mi dirección. Ninguno de los dos parecía entender la situación.
- ¿quién… o qué… - preguntó aún con un gesto de estupefacción. Lo quedé mirando a los ojos como esperando una explicación, al igual que él, sólo que parecía que él miraba al vacío y no a mi. Quise decirle algo como “um, seria bueno que al menos creyeras que tengo un poco mas de valor que el de un poco de aire al cual hablarle” pero no tenía sentido pensar cosas como esas, ¿para qué malgastar mi tiempo hablando si ni siquiera me escuchaba?
Volví a estirar mi mano y a tocar su pelo. Retrocedió. Esta vez sus ojos reflejaban un poco de miedo, pero no al punto de salir corriendo. Mi mente empezó a trabajar a mil por hora. Es que la situación era incomprensible. Ninguno tenía idea de que pasaba, pero por algún motivo, ninguno de los dos huía.
Hubo unos eternos segundos de silencio, hasta que sin razón alguna, se acercó a mí y sonrió. Aunque todavía parecía mirar hacia la nada, esta vez sus ojos buscaban los míos.
- Te estaba esperando – dijo, con una voz angelical, acompañándola con un gesto que irradiaba esperanza. Todo esto me tomó por sorpresa y no supe como reaccionar. Quedé petrificada mirándolo.
Él se acercó aún más a mí y estiró su mano. Y ahí quedo, con su mano estirada por unos cuantos segundos y yo aún sin poder reaccionar. Pronto, el brillo en sus ojos empezó a desaparecer pero aún no bajaba su mano, seguía esperándome.
Fue entonces cuando, por más estupefacción y por más miedo que tuviera, actué de todas maneras y acerqué mi mano hacia la suya. El cálido contacto fue muy placentero. Aunque para él, todo debió haberse sentido distinto. Se podía notar como palidecía su ya blanca piel después de nuestro contacto y como sus labios se tornaban morados. Sin embargo, él sonreía.
- Nunca pensé que fueras a llegar. Pero acá estas. Desde siempre te espero y ahora que llegaste, no quiero que nunca te vayas de mí.- dijo con una cálida voz.
Desde ese momento, la ola de calor que provenía de la palma de su mano, comenzó a enfriarse cada segundo más y su piel a palidecer cada vez más rápido.
De un momento a otro, él encontró mis ojos y pude ver su imagen mucho más nítida. La perfección de su rostro, que desde el primer momento parecía inmejorable, se volvió aún más perfecta y el contacto de nuestras manos cada vez se sentía más real.
Fue así que él empezó a verme, al mismo tiempo que comenzó a ver la espesa bruma que ahora nos rodeaba a ambos. En absoluta soledad, por el resto de la eternidad, sin que nadie más habite nuestro mundo. En silencio, viendo todo desde afuera sin pertenecer jamás. Pero con él, si. Y él conmigo, como esperamos desde siempre.
Sonreímos al vernos y podía ver mis brillantes ojos reflejarse en sus hermosos ojos. Por fin, lo que siempre esperamos llegó. Y lo único que quedaba por hacer era alejarnos del parque donde el joven yacía acostado en la hierba.